Publicado Septiembre 08, 2021 | LA VOZ DEL NORTE
El oficial guiaba -en solitario- un bombardero liviano B-26 en la zona norte de Chile, a 20 mil pies de altitud (6 mil metros de altura).
Esa mañana el joven oficial despegó en su avión bombardero Douglas B-26 desde la pista del Aeropuerto Cerro Moreno de Antofagasta (Chile). El misterioso encuentro -que hasta ahora era conocido por algunos oficiales y su circulo más cercano- ocurrió durante la década de los 60.
Aunque la fecha exacta no se encuentra registrada, sí se sabe que este suceso marcó su visión del fenómeno de los Objetos Voladores No Identificados (OVNIS) o “Fenómenos Aéreos Anómalos” como le gustaba llamarlos.
A siete años de su fallecimiento, se conocen detalles del increíble avistamiento protagonizado por el General del Aire y comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), Ramón Vega Hidalgo.
Sus cercanos recuerdan que desde joven miraba permanentemente al cielo desde su hogar en la sureña ciudad de Vilcún (Región de la Araucanía), ello fue lo que sin duda lo motivó a ingresar a la Escuela de Aviación.
Años después como piloto y por los importantes cargos que ejerció durante su carrera en la FACH, llegando a ser Comandante en Jefe, siempre observó la trascendencia que tenía para el planeta el análisis del espacio exterior.
Impulsó la capacitación del personal y el programa satelital con entusiasmo. Era fundamental la creación de una Agencia Chilena del Espacio, que aglutinara no solamente a oficiales y suboficiales de la Institución sino que también al mundo académico y científico civil en esta materia, incluyendo la formación de astronautas nacionales.
Como Senador, una vez retirado de la FACH, planteaba que lo anterior debía que tomarse como un bien superior del Estado de Chile. Pese a organizar seminarios, sostener múltiples reuniones al más alto nivel, no encontró “voluntad ni interés” del mundo político por apoyar ese tan ansiado anhelo.
Recordaba que cuando señalaba esta necesidad en el Congreso, las miradas eran de “curiosidad” más que de análisis, salvo muy contados comentarios “pintorescos” que le hacían en los pasillos algunos parlamentarios. Voluntad política para avanzar, nada.
FENÓMENOS AÉREOS ANÓMALOS
Más todavía cuando sostenía que “no somos los únicos” seres en el firmamento. No había que utilizar la palabra “Ovni”, sino que “fenómenos aéreos anómalos”. A fines de la década de los años 90 se pudo crear un comité de estudios al respecto (Comité de Estudio de Fenómenos Aéreos Anómalos - CEFAA), dependiente de la Dirección General de Aeronáutica Civil y que se mantiene vigente en la actualidad. Su gestiones, aunque muy reservadas, fueron claves para que se concretara la creación de dicho organismo.
Su intención era profundizar el análisis de manera responsable, consciente que la temática era tomada a la ligera por la comunidad y hasta con sabores humorísticos. Las bases del CEFAA debían ser sólidas, afirmaba Vega.
Reservado, al igual que otros pilotos, el general Ramón Vega comentaba que “este tipo de experiencia quedaba para uno, para no caer en la incredulidad de sus mandos”.
SU EXPERIENCIA
No olvidaba cuando guiaba -en solitario- un bombardero liviano B-26 en la zona norte, a 20 mil pies de altitud (6 mil metros de altura), y observó unos extraños destellos en lo alto, luego de lo cual su aeronave comenzó a cambiar de curso sin que maniobrara el timón.
El entonces joven piloto mantuvo la calma y veía que el bombardero liviano ahora se dirigía rumbo 270 (hacia la costa) en circunstancias que iba en dirección sur (de Pica a Antofagasta, sobre la Pampa del Tamarugal) No observó nuevos destellos en lo alto y en pocos segundos pudo retomar el control del timón y dirigió el avión hacia la base Cerro Moreno.
Su análisis personal quedó solamente en que había ocurrido “algo raro y curioso”. Una anécdota que recordaba cada vez que era informado de otras situaciones parecidas mientras ejercía mandos en la FACH.
AERONAVE DEL ENCUENTRO
Los aviones Bombarderos Douglas B-26A y B-26B Invader, llegaron para ser parte de la dotación de Fuerza Aérea de Chile el 17 de noviembre del año 1954. Estas aeronaves bimotores, de gran poder, se fabricaron durante la II Guerra Mundial por Estados Unidos. Integraron el Grupo de Aviación N° 8 en Antofagasta y en 1958 parte de la dotación de estas aeronaves fueron trasladadas a la Base Aérea Chabunco en Punta Arenas.
La aeronave contaba con dos motores radiales Pratt & Whitney de doble estrella R-2.800 y cada motor poseía 2000 HP, tenía una autonomía de 2.090 Km., alcanzaba una velocidad máxima de 571 Km/h.